Se trata de una colección destacada en el ámbito de la UBA (donde existen otros herbarios, en las facultades de Ciencias Exactas, y Farmacia y Bioquímica), por estar vinculada, en mayor medida, a la producción agropecuaria. Al respecto, Tortosa subraya una particularidad local: “Por tradición, en la Argentina los viejos botánicos fueron agrónomos, algo fuera de lo común en otros países”.
El curador también advierte que el espacio comienza a quedarle pequeño, pues su objetivo (y el de una comunidad de 3.240 herbarios que se distribuyen en 165 países) es grande: mantener un registro de la biodiversidad vegetal de nuestro planeta. Por eso, hacia delante apuesta a lograr que los ejemplares trasciendan los armarios de la Cátedra y estén disponibles en Internet, en archivos digitales accesibles a otros herbarios y botánicos.
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